¡Prisioneros de la esperanza!

No es novedad que vivimos en un mundo dominado por las malas noticias y desanimado por la falta de buenas expectativas sobre el futuro. Pero siempre es una buena noticia para nosotros como creyentes saber que en Dios tenemos Esperanza. Mientras que otros que no están en Cristo son prisioneros de estas malas noticias, nuestra experiencia puede ser diferente. Somos alentados por la inspiración positiva que fluye de las promesas fieles de Su Palabra, y podemos ser tocados por el poder de la presencia amorosa y viva de Su Espíritu Santo. En Cristo siempre estamos en una buena posición para poseer una fe real y una esperanza firme. Este es el caso, incluso cuando pasamos por esos tiempos difíciles inesperados, cuando parece que nada está funcionando a nuestro favor. A veces las circunstancias llegan a un lugar que no esperábamos alcanzar. En esos momentos puede parecer que necesitamos comenzar de nuevo para recuperar y restaurar lo que se perdió. Pero incluso si debemos comenzar de nuevo, podemos lidiar con esos tiempos difíciles desde una perspectiva diferente. Debemos recordar que en Cristo estamos capturados por algo mayor: ¡Somos “PRIONEROS DE LA ESPERANZA!” No somos prisioneros del miedo, cautivos de la incertidumbre, ni encadenados como esclavos del desánimo, sino que afrontamos esos momentos como prisioneros de las buenas expectativas y de la Esperanza que viene de nuestro Buen Padre. ¡Esta poderosa Esperanza nos levanta!

Esta esperanza de Cristo es invisible al ojo natural, pero es una poderosa fuerza espiritual. No es una expectativa religiosa vacía, sino una esperanza viva, real, tangible, transformadora y práctica. Cristo es nuestra esperanza eterna de vida abundante, ¡una vida que no es temporal, sino eterna!

En 2 Corintios 5:17 Pablo declara que si estás en Cristo, entonces eres una nueva criatura. ¡Nacemos de nuevo de arriba por el Espíritu! Somos redimidos por el precio de la sangre de Jesús y salvados por Su gracia. Él pagó por nosotros; ¡ahora le pertenecemos! A veces es necesario meditar en esa verdad e inspirarnos, ¡para ser refrescados en el Espíritu! La esperanza siempre nos permite volver a esto, al poder de nuestra identidad en Cristo.

Cuando volvemos a tomar conciencia de nuestra realidad espiritual –quiénes somos en Cristo– podemos usar nuestra fe para expresarlo en medio de nuestras pruebas. Podemos decir: “¡Estoy en Cristo! ¡No estoy solo! ¡Siempre estoy en una buena posición en Cristo! ¡Soy amado, soy más que vencedor, soy capaz, soy fortalecido, soy capacitado, soy ungido, soy una nueva criatura, todas las cosas son posibles con Dios y estoy en Cristo que me fortalece!”

Así que, si te desanimas, te cansas o te rodeas de temores, dudas o incertidumbre sobre el futuro, ¡ahí es cuando puedes energizarte volviendo a tu posición en Cristo! ¡Siempre hay esperanza de un nuevo comienzo en Él! Esperanza en todo momento; días buenos, días exitosos y, por supuesto, días desafiantes. Al entregar todas estas cosas y convertirnos en prisioneros de la esperanza, regresamos a nuestra posición con el Cristo viviente, nuestra esperanza eterna. ¡Esta es nuestra esperanza segura por la que vivimos y a la que invitamos a otros a unirse!